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miércoles, 27 de julio de 2011

La vida es una...

"La vida es una pendejada, lo demás es consecuencia de la misma."
-Álvaro Obregón-

No sé exactamente qué me impulsa a escupir las letras sin mucho esfuerzo; he intentado resolver el enigma, usando la filosofía hasta niveles que mi mente apenas puede intentar comprender.
No es que mi mente sea complicada ni mucho menos, al contrario, suele ser más simple que la mentalidad del mexicano promedio; no suelo memorizar nombres de jugadores, ni fechas, ni partidos; no me gusta llenar mi mente de letras orgiásticas con poco ritmo y menos determinación; me enamoro mucho, eso sí; amo a mi ciudad, mis atardeceres, amo lo que significa para mí ser Nicolaíta de nacimiento y Regio por adopción; amo las montañas que comandan a las nubes en lo alto; amo aquellas pequeñas cosas que hacen ser de la vida lo que és, y más amo a las que hacen que sea lo que no és.

No sé si me explique, ciertamente ni yo me entiendo la mayoría de las veces que hablo conmigo mismo -uno de los factores por el cual ni la filosofía aristotélica logra comprenderme-.
Por algunas veces he pensado muchas cosas que nunca más volvieron a mi mente; las guerras, las drogas, los muertos, todo tiene cabida en mi mundo, sin embargo existe algo que no me deja de pronto expresarme, decir lo que siento o lo que no siento; de pronto algo se nubla y comienzo a darle rodeos al asunto -cualquier parecido con el post es mera coincidencia-.

Y no es que le tenga miedo a las palabras, no, claro que no es eso; pocas veces hago uso del consejo del sabio español que se hace llamar Daniel Higiénico -"Cuidado con el uso de verbos como chupar, joder, sobar, pringar, mamar, parir y acojonar..."-, suelo ser el mexicano normal común y corriente que agarra a maldiciones al que se deje (y al que no, también).
Pero hay veces en que simplemente las palabras se atoran en los dedos; sobre todo si intento describir la vida; la real vida de la que todos somos actores, partícipes y directores, así como público improvisado de nuestros propios sentimientos.
A veces siento que no puedo hace más que dar rodeos a la descripción; simplemente mirar alrededor y perderme en los susurros de los árboles y la textrura de las casas, en el vaivén del vagón... No comprendo cosas más allá del espacio, o más acá del ser...

En fin, me he perdido en mi divagar furioso; y ahora intento recobrar el hilo de mis acciones.
Por lo demás, admiro al general Obregón, que en tan pocas palabras pudo acomodar lo que yo intento siempre saber y describir... Disfruten su pendejada.

miércoles, 20 de julio de 2011

Hay historias...

Hay historias que se entrelazan, gente que nunca sospecharíamos que se encontraría entre la multitud.
Caminaba por la acera, pegado a las paredes de las viejas casas, rozando con sus dedos la pintura carcomida sobre la terrosa superficie de adobe, y los barrotes que, de cuando en cuando, se le presentaban en los enormes ventanales de lo que antaño había sido el barrio más conocido de la capital; Monterrey mostraba su esplendor, deslavado apenas por el tiempo.
Gabriel era un tipo despreocupado, aunque estudioso, no muy alto ni adornado, no usaba anteojos, pero siempre deseó hacerlo, por la falsa esperanza de que aquél artilugio le concediera la pinta de intelectual de los fósiles de la universidad que de vez en cuando se topaba cerca de su escuela.
Miró sus dedos manchados y decidió, como por aquel impulso de suciedad, cruzar la calle al aviso del semáforo para encontrarse con una cómoda banca a la sombra de algún encino, mientras disfrutaba de los niños corriendo, jugando; mientras eran felices él lo era también.
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Corría por el andén del metro. Llevaba un morral ligero que golpeaba sus muslos con delicadeza mientras intentaba luchar contra la gravedad y la inclinación de las escaleras; sorteaba apenas de dos en dos los escalones, mentras los guardias se extrañaban de tal prisa en una tarde de sábado.
Alondra era el estereotipo de hija perfecta, quzía por eso llevaba un faldón encima del pantalón entallado. Para su primer salida en meses hizo alarde de su falta de costumbre y su sobra de distracción, tal era el caso que llegó a aquél extraño reloj de sol decorativo en la Gran Plaza con un nada halagador retardo de cuarenta y cinco minutos, sólo para comprobar, como sospechaba, que sus amigos no la habían esperado por mucho tiempo, sabiendo que era probable que su madre cambiase de opinión y a última hora no la dejara salir; meditó un poco acerca de las ventajas de conseguirse un teléfono celular, para lo cual se sentó distraídamente en la primer banca que encontró a su alcance.
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La primera impresión fue mirarse a los ojos.
Eran dos completos extraños, sumidos en su propia extrañeza, mirándose de pronto tan cerca, tan juntos.
Alondra casi da un salto de la banca, pero algo en la mirada de Gabriel la detiene, le da confianza.
'Siento que te conozco', habla él con voz suave, apenas audible, '¿nos habremos visto antes?'
Ella mira a su alrededor, como comprobando que efectivamente está hablando con ella; 'no lo creo, no salgo mucho de casa', atina a decir con rubor encendiendo sus mejillas, para una joven de su edad, esa es una confesión un tanto vergonzosa.
'Te comprendo', dijo él con una sonrisa, 'se supone que estoy estudiando inglés cerca de aquí, no es que me guste salirme de clases, pero a veces necesito un respiro fuera de los libros y las aulas'.
Hablaron de muchas cosas y de ninguna, las horas se pasaron rápido, pronto comenzó a vibrar algo dentro de la bolsa izquierda del pantalón de Gabriel; era la alarma que indicaba la hora en que debía comenzar a irse.
Se levantaron y caminaron hacia una avenida concurrida.
Ya frente a la calle, Alondra habló de nuevo.
'¿Crees que nos volvamos a ver?', preguntó.
'¿Quieres que te sea sincero?', soltó Gabriel, pero no esperó la respuesta, 'No, no lo creo'
Alondra bajó la mirada, pero Gabriel tomó su barbilla delicadamente y la hizo subir, hasta quedar reflejado en sus ojos.
'En ese caso', dijo, 'quiero que al menos quede un recuerdo, por si nos volvemos a ver'
Se despidieron con un cálido beso.
Instantes después, Gabriel se perdía entre la multitud, y Alondra regresaba en su carrera al metro, con una sonrisa en el rostro.
Aún hay veces en que me sorprendo de lo pequeña que resulta ser una ciudad cualquiera...


martes, 5 de julio de 2011

Revolución

No, no será armada; sí, planeo que deje huella...
Revolución, primer acto.

Infortunado lector que ahora lee -y respirador que ahora respira-, si está leyendo esto es porque ha caído en azares del destino... ahora, relájese y termine de leer -a nadie le gustan los que dejan las cosas a medias-.

He de revelar primero algunas cosas un tanto personales primero, para darme a entender; yo, como muchos propietarios de blogs en internet, soy un menor de edad, nada más y nada menos que de diecisiete años, en espera de que le den los resultados de la Universidad; soy mexicano, nuevoleonés y, más concretamente, nicolaíta -de San Nicolás de los Garza, pues-. Mi municipio, aquí aterriza la idea, es uno de los más reconocidos a nivel deportivo en el país, sin embargo algo le falta -cha, cha, cháaaan-: cultura.

Así es, el municipio más densamente poblado de Nuevo León, que tiene entre sus filas a la Universidad Autónoma de Nuevo León, un equipo de fútbol de primera división de la Liga Mexicana, la casa de su servidor -¿modestia? :P - y muchos espacios para los jóvenes, tiene una enorme falta de cultura.

Muchos lo dirán... es cierto.
Entonces, el punto de esto es solicitar su ayuda, lector, para llevar a cabo una Revolución Cultural.
¿Cómo planeo hacerlo? No tengo idea...
Las ideas quiero que fluyan de ustedes, me he dado a la tarea de contactar con algunas organizaciones, sin embargo, he querido dejar que sean los lectores, los ciudadanos, quienes tengan las ideas.
Quiero comenzar por medio de lo que es mi fuerte: La escritura; sin embargo, eventualmente irán ganando terreno el dibujo y la pintura, y después la música... La imaginación será nuestra bandera.

En fin, ProyectoSiete arranca su nueva etapa: la de las repercusiones sociales, la de la Revolución... bienvenidos. ^^